domingo, 9 de septiembre de 2007

Lectura 4.

EL PROCESO DE ESCRIBIR.

Son tres los procesos mentales que integran el proceso de escritura: planificar, redactar y examinar. Además, hay un mecanismo de control, el monitor, que se encarga de regularlos y de decidir en qué momento actúa cada uno.

1. PLANIFICAR. En el proceso de planificación los escritores se forman una representación mental de las informaciones que contendrá el texto. Esta representación es muy abstracta. No es necesariamente un esquema completo y desarrollado. En algunos casos, una palabra clave puede representar una cadena completa de ideas. Además, no es preciso que sea verbal: puede ser, por ejemplo, una imagen visual.

La elaboración de esta representación contiene tres subprocesos: generar ideas, organizarlas y formular objetivos. El acto de generar ideas incluye la búsqueda de informaciones de la memoria a largo plazo. A veces, estas informaciones emergerán de forma muy estructurada y completa, reproduciendo la forma en que fueron comprendidas y almacenadas. Pero en otros casos serán simplemente ideas sueltas, fragmentarias e incluso contradictorias.

El subproceso de organizar las ideas se encarga de estructurar las informaciones según las necesidades de la situación de comunicación. Cuando las informaciones han sido generadas de una forma caótica, este subproceso las ordena y las completa, organizándolas en una estructura global.

El escritor puede crear y establecer libremente los objetivos (de procedimiento o contenido) que lo guiarán. La formulación de objetivos es muy importante para el componente creativo de la composición.

2. REDACTAR. En este proceso el escritor transforma las ideas que tiene en lenguaje visible y comprensible para el lector.
La representación del texto que ha generado y organizado el proceso de planificar puede tener formas muy distintas: puede contener elementos no verbales como imágenes o sensaciones, puede tener una estructura muy alejada de la cadena lingüística o puede ser una compleja cadena de relaciones entre elementos diferentes, procedentes de distintos campos, que se resiste a encajar en un solo plano. Incluso en el caso de que esta representación mental contenga ideas formuladas con signos lingüísticos, esta formulación nunca estará lo suficientemente elaborada como para satisfacer las exigencias de los textos comunicativos. Por lo tanto, el escritor tendrá que convertir esta entidad en lenguaje escrito, inteligible y comprensible para el lector. El proceso de redactar se encarga de esta labor. Expresa, traduce y transforma estas representaciones abstractas en una sola secuencia lineal de lenguaje escrito.

3. EXAMINAR. En el proceso de examinar los autores deciden conscientemente releer todo lo que han planificado y escrito anteriormente. Por lo tanto, no sólo se examinan las ideas y las frases que se han redactado, sino también todos los planes y objetivos que se han elaborado mentalmente. El examen puede tener distintas finalidades: puede ser un punto de partida para modificar los planes anteriores o para generar nuevas ideas y también puede ser una evaluación o una revisión del texto.

Este proceso se compone de dos subprocesos: la evaluación y la revisión.
En el primero, el autor valora lo que ha hecho, comprueba que el texto responda a lo que ha pensado y a las necesidades de los lectores.

En el segundo, el autor modifica algunos aspectos del texto escrito o de los planes, los corrige siguiendo distintos criterios.

4. EL MONITOR. La función del monitor consiste en controlar y regular las actuaciones de todos estos procesos y subprocesos durante la composición. Por ejemplo, determina cuánto tiempo es necesario para que un escritor genere ideas y cuándo puede pasar al proceso de redacción, o cuándo es conveniente interrumpir la organización para revisar o generar de nuevo. Los criterios que determinan estos cambios dependen tanto de los objetivos que se haya marcado el autor como de sus hábitos y de su estilo individual de composición. Esto hace que en la práctica podamos encontrar escritores con procesos de composición muy diferentes. Por ejemplo, hay autores que planifican poco y en seguida quieren redactar. Hay otros que no escriben ni una sola línea hasta que no han obtenido un plan completo y detallado del texto. Finalmente, algunos de los problemas que pueden tener los aprendices de escritor durante el proceso de composición dependen precisamente del monitor. Parece que el hecho de no haberse formado hábitos sobre el proceso de composición puede impedir que puedan utilizar algunos de estos procesos o subprocesos con normalidad. Por ejemplo, un niño puede haber desarrollado un buen
proceso de generación de ideas, pero si no tiene un monitor que le ordene cuándo puede actuar, es probable que no funcione nunca o que funcione por debajo de sus posibilidades.

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA TOMAR EN CUENTA AL ESCRIBIR.


Dedicar unos momentos a pensar en el texto que queremos escribir antes de empezar a redactar. Si antes de escribir pensamos un poco en el lector, en nuestros objetivos, en lo que queremos decir, en cómo podemos decirlo, en cómo queremos presentamos, etc., podemos llegar a comprender más profundamente el problema comunicativo que se nos plantea y seguramente podremos resolverlo con más éxito. Por lo tanto, puede ser útil que analicemos antes que nada el tipo de comunicación que queremos establecer.

Dejar para el final la corrección de la forma. Si en los primeros borradores ya nos preocupamos por la corrección del texto es probable que se desatiendan otros aspectos del contenido que son tan importantes o más. Es preferible dejar los aspectos más mecánicos de la composición (la corrección de la ortografía, la puntuación y la gramática) para el final, para cuando hayamos elaborado el contenido del texto y estemos satisfechos de él.

Tener en cuenta todo el texto mientras redactamos cada fragmento. Si durante la redacción nos concentramos excesivamente en cada fragmento es fácil perder de vista el conjunto. Podemos convertir un escrito bien planificado inicialmente en unos cuantos fragmentos desencajados que desenfocan el tema central. Podemos solucionar este problema si durante todo el proceso de composición tenemos en mente una imagen general del texto que queremos construir y la vamos comparando repetidamente con cada fragmento que escribimos. Para hacerlo tenemos que detenemos de vez en cuando a releer lo que escribimos y a valorar si realmente responde o no a esta imagen general del texto.

Ser lo suficientemente flexibles como para modificar los planes y la estructura del texto. Si nos sentimos satisfechos con el primer plan o esquema que hemos elaborado, si nos obstinamos en mantenerlo exacto, sin hacer cambios, posiblemente estamos desaprovechando, todas las ideas que se nos ocurren durante la composición. Descuidamos el potencial creativo del proceso de composición y no aprendemos nada mientras escribimos. Es importante, por lo tanto, que no tengamos pereza para rehacer nuestro escrito: cambiar su estructura, modificar un fragmento ya acabado, suprimir párrafos, refundir algunos o ampliar otros con ideas nuevas. Nuestro escrito mejorará con estas modificaciones.
Buscar modelos de los textos que tengamos que escribir. La mejor manera de escribir un texto para una situación determinada es fijándonos en textos modelo que se hayan escrito para ocasiones parecidas.
Buscar distintas formas de expresar la misma idea si no quedamos satisfechos con su primera formulación. Es posible que en alguna ocasión no quedemos contentos de la palabra o expresión que hemos utilizado para denominar un hecho determinado. En estos casos vale la pena no preocuparse demasiado por las expresiones que ya tenemos y dedicar cierto tiempo a buscar otras formas, parecidas y diferentes, para formular las mismas ideas. Si es necesario podemos detener provisionalmente la redacción del texto y reelaborar el significado hasta obtener una idea lo bastante clara como para poder expresarla satisfactoriamente.