sábado, 6 de octubre de 2007

Lectura 8



Anacleto Morones
Juan Rulfo
(El llano en llamas)



¡Viejas, hijas del demonio! Las vi venir a todas juntas, en procesión. Vestidas de negro, sudando como mulas bajo el mero rayo del sol. Las vi desde lejos como si fuera una recua levantando polvo. Su cara ya ceniza de polvo. Negras todas ellas. Venían por el camino de Amula, cantando entre rezos, entre el calor, con sus negros escapularios grandotes y renegridos, sobre los que caía en goterones el sudor de su cara.
Las vi llegar y me escondí. Sabía lo que andaban haciendo y a quién buscaban. Por eso me di prisa a esconderme hasta el fondo del corral, coriendo ya con los pantalones en la mano.
Pero ellas entraron y dieron conmigo. Dijeron: "¡Ave María Purísima!"
Yo estaba acuclillado en una piedra, sin hacer nada, solamente sentado allí con los pantalones caídos, para que ellas me vieran así y no se me arrimaran. Pero sólo dijeron: ¡Ave María Purísima!" Y se fueron acercando más.
¡Viejas indinas! ¡Les debería dar vergüenza! Se persignaron y se arrimaron hasta ponerse junto a mi, todas juntas, apretadas como en manojo, chorreando sudor y con los pelos untados a la cara como si les hubiera lloviznado.
-Te venimos a ver a ti, Lucas Lucatero. Desde Amula venimos, sólo por verte. Aquí cerquita nos dijeron que estabas en tu casa; pero no nos figuramos que estabas tan adentro; no en este lugar ni en estos menesteres. Creímos que habías entrado a darle de comer a las gallinas, por eso nos metimos.Venimos a verte.
­¡Esas viejas! ¡Viejas y feas como pasmadas de burro!
-¡Dígame qué quieren! -les dije, mientras me fajaba los pantalones y ellas se tapaban los ojos para no ver.
-Traemos un encargo. Te hemos buscado en Santo Santiago y en Santa Inés, pero nos informaron que ya no vivías allí, que te habías mudado a este rancho. Y acá venimos. Somos de Amula.
Yo ya sabía de dónde eran y quiénes eran; podía hasta haberles recitado sus nombres, pero me hice el desentendido.
-Pues si Lucas Lucatero, al fin te hemos encontrado, gracias a Dios.
Las convidé al corredor y les saqué unas sillas para que se sentaran. Les pregunte que Si tenían hambre o que si querían aunque fuera un jarro de agua para remojarse la lengua.
Ellas se sentaron, secándose el sudor con escapularios.
-No, gracias -dijeron-. No venimos a darte molestias. Te traemos un encargo. ¿Tu me conoces, verdad, Lucas Lucatero? -me preguntó una de ellas.
-Algo-le dije - Me parece haberte visto en alguna parte. ¿No eres, por casualidad, Pancha Fregoso, la que se dejó robar por Homobono Ramos?
-Soy, si, pero no me robó nadie. esas fueron puras maledicencias. Nos perdimos los dos buscando garambullos. Soy congregante y yo no hubiera permitido de ningún modo...
-¿Qué, Pancha?
­¡Ah!, cómo eres mal pensado, Lucas. Todavía no se te quita lo de andar criticando gente. Pero, ya que me conoces, quiero agarrar la palabra para comunicarte a lo que venimos.
-¿ No quieren ni siquiera un jarro de agua? -les volví a preguntar.
-No te molestes. Pero ya que nos ruegas tanto, no te vamos a desairar.
Les traje una jarra de agua de arrayán y se la bebieron. Luego les traje otra y se la volvieron a beber. Entonces les arrimé un cántaro con agua del río. Lo dejaron allí, pendiente, para dentro de un rato, porque, según ellas, les iba a entrar mucha sed cuando comenzara a hacerles la digestión.
Diez mujeres, sentadas en hilera, con sus negros vestidos puercos de tierra. Las hijas de Ponciano, de Emiliano, de Crescenciano, de Toribio el de la taberna y de Anastasio el peluquero.
¡Viejas carambas! Ni una siquiera pasadera. Todas caídas por los cincuenta. Marchitas como floripondios engarruñados y secos. Ni de dónde escoger.
-¿Y qué buscan por aquí?
-Venimos a verte.
-Ya me vieron. Estoy bien. Por mí no se preocupen.
-Te has venido muy lejos. A este lugar escondido. Sin domicilio ni quien dé razón de ti. Nos ha costado trabajo dar contigo después de mucho inquirir.
-No me escondo. Aquí vivo a gusto, sin la moledera de la gente. ¿Y qué misión traen, si se puede saber? -les pregunté.
-Pues se trata de esto... Pero no te vayas a molestar en darnos de comer. Ya comimos en casa de la Torcacita. Allí nos dieron a todas. Así que ponte en juicio. Siéntate aquí enfrente de nosotras para verte ypara que nos oigas.
Yo no me podía estar en paz. Quería ir otra vez al corral. Oía el cacareo de las gallinas y me daban ganas de ir a recoger los huevos antes que se los comieran los conejos.
-Voy por los huevos -les dije.
-De verdad que ya comimos. No te molestes por nosotras.
-Tengo allí dos conejos sueltos que se comen los huevos. Orita regreso.
Y me fui al corral.
Tenía pensado no regresar. Salirme por la puerta que daba al cerro y dejar plantada a aquella sarta de viejas canijas.
Le eché una miradita al montón de piedras que tenía arrinconado en una esquina y le vi la figura de una sepultura. Entonces me puse a desparramarlas, tirándolas por todas partes, haciendo un reguero aquí y otro allá. Eran piedras de río, boludas, y las podía aventar lejos. ­¡Viejas de los mil judas ! Me habían puesto a trabajar. No sé por qué se les antojó venir.
Dejé la tarea y regresé. Les regalé los huevos.
¿Mataste los conejos? Te vimos aventarles de pedradas. Guardaremos los huevos para dentro de un rato. No debías haberte molestado.
-Allí en el seno se pueden empollar, mejor déjenlos afuera.
-¡Ah, cómo serás!, Lucas Lucatero. No se te quita lo hablantín. Ni que estuviéramos tan calientes.
-De eso no sé nada. Pero de por sí está haciendo calor acá afuera
Lo que yo quería era darles largas. Encaminarlas por otro rumbo, mientras buscaba la manera de echarlas fuera de mi casa y que no les quedaran ganas de volver. Pero no se me ocurría nada.
Sabía que me andaban buscando desde enero, poquito después de la desaparición de Anacleto Morones. No faltó alguien que me avisara que las viejas de la Congregación de Amula andaban tras de mí.Eran las únicas que podían tener algún interes en Anacleto Morones. Y ahora allí las tenía.
Podía seguir haciéndoles plática o granjeándomelas de algún modo hasta que se les hiciera de noche y tuvieran que largarse. No se hubieran arriesgado a pasarla en mi casa.
Porque hubo un rato en que se trató de eso: cuando la hija de Ponciano dijo que querían acabar pronto su asunto para volver temprano a Amula. Fue cuando yo les hice ver que por eso no se preocuparan, que aunque fuera en el suelo había allí lugar y petates de sobra para todas. Todas dijeron que eso sí no, porque qué iría a decir la gente cuando se enteraran de que habían pasado la noche solitas en mi casa y conmigo allí dentro. Eso sí que no.
La cosa, pues, estaba en hacerles larga la plática,hasta que se les hiciera de noche, quitándoles la idea que les bullía en la cabeza. Le pregunté a una de ellas:
-¿Y tu marido qué dice?
-Yo no tengo marido, Lucas. ¿No te acuerdas que fui tu novia? Te esperé y te esperé y me quedé esperando. Luego supe que te habías casado. Ya a esas alturas nadie me quería.
-¿Y luego yo? Lo que pasó fue que se me atravesaron otros pendientes que me tuvieron muy ocupado; pero todavía es tiempo.
-Pero si eres casado, Lucas, y nada menos que con la hija del Santo Niño. -¿Para qué me alborotas otra vez? Yo ya hasta me olvidé de ti.
-Pero yo no. ¿Cómo dices que te llamabas?
-Nieves... Me sigo llamando Nieves. Nieves García. Y no me hagas llorar, Lucas Lucatero. Nada más de acordarme de tus melosas promesas me da coraje.
-Nieves... Nieves. Cómo no me voy a acordar de ti. Si eres de lo que no se olvida... Eras suavecita. Me acuerdo. Te siento todavía aquí en mis brazos. Suavecita. Blanda. El olor del vestido con que salías averme olía a alcanfor. Y te arrejuntabas mucho conmigo. Te repegabas tanto que casi te sentía metida en mis huesos. Me acuerdo.
-No sigas diciendo cosas, Lucas. Ayer me confesé y tú me estás despertando malos pensamientos y me estás echando el pecado encima.
-Me acuerdo que te besaba en las corvas. Y que tú decías que allí no, porque sentías cosquillas. ¿Todavía tienes hoyuelos en la corva de las piernas?
-Mejor cállate, Lucas Lucatero. Dios no te perdornará lo que hiciste conmigo. Lo pagarás caro.
-¿Hice algo malo contigo? ¿Te traté acaso mal?
-Lo tuve que tirar. Y no me hagas decir eso aquí delante de la gente. Pero para que te lo sepas lo tuve que tirar. Era una cosa así como un pedazo de cecina. ¿Y para qué lo iba a querer yo, si su padre no era más que un vaquetón?
-¿Conque eso pasó? No lo sabía. ¿No quieren otra poquita de agua de arrayán? No me tardaré nada en hacerla. Espérenme nomás.
Y me fui otra vez al corral a cortar arrayanes.Y allí me entretuve lo más que pude, mientras se le bajaba el mal humor a la mujer aquella. Cuando regresé ya se había ido.
-¿Se fue?
-Si, se fue.- La hiciste llorar.
-Sólo quería platicar con ella nomás por pasar el rato. ¿Se han fijado cómo tarda en llover? allá en Amula ya debe haber llovido, ¿no?
-Si, anteayer cayó un aguacero.
-No cabe duda de que aquel es un buen sitio.
Llueve bien y se vive bien. A fe que aquí ni las nubes se aparecen. ¿Todavía es Rogaciano el presidente municipal?
-Si, todavía.
-Buen hombre ese Rogaciano.
-No. Es un maldoso.
-Puede que tengan razón. ¿Y qué me cuentan de Edelmiro, todavía tiene cerrada su botica?
-Edelmiro murió. Hizo bien en morirse, aunque me está mal el decirlo; pero era otro maldoso. Fue de los que le echaron infamias al Niño Anacleto. Lo acusó de abusionero y de brujo y engañabobos. De todo eso anduvo hablando en todas partes. Pero la gente no le hizo caso y Dios lo castigó. Se murió de rabia como los huitacoches.
-Esperemos en Dios que esté en el infierno.
-Y que no se cansen los diablos de echarle leña.
-Lo mismo que a Lirio López, el juez, que se puso de su parte y mandó al Santo Niño a la cárcel.
Ahora eran ellas las que hablaban. Las deje decir todo lo que quisieran. Mientras no se metieran conmigo, todo iría bien. Pero de repente se les ocurrió preguntarme:
-¿Quieres ir con nosotras?
-¿ A dónde?
-A Amula. Por eso venimos. Para llevarte.
Por un rato me dieron ganas de volver al corral.Salirme por la puerta que da al cerro y desaparecer.¡Viejas infelices!
-¿Y qué diantres Voy a hacer yo a Amula?
-Queremos que nos acompañes en nuestros ruegos. Hemos abierto, todas las congregantes del Niño Anacleto, un novenario de rogaciones para pedir que nos lo canonicen. Tú eres su yerno y te necesitamos para que sirvas de testimonio. El señor cura nos encomendó le lleváramos a alguien que lo hubiera tratado de cerca y conocido de tiempo atrás, antes que se hiciera famoso por sus milagros. Y quién mejor que tú,que viviste a su lado y puedes señalar mejor que ninguno las obras de misericordia que hizo. Por eso te necesitamos, para que nos acompañes en esta campaña.
¡Viejas carambas! Haberlo dicho antes.
-No puedo ir -les dije -. No tengo quien me cuide la casa.
-Aquí se van a quedar dos muchachas para eso,lo hemos prevenido. Además está tu mujer.
-Ya no tengo mujer.
-¿Luego la tuya? ¿La hija del Niño Anacleto?
-Ya se me fue. La corrí.
-Pero eso no puede ser. Lucas Lucatero. La pobrecita debe andar sufriendo. Con lo buena que era. Y lo jovencita. Y lo bonita. ¿Para dónde la mandaste, Lucas? Nos conformamos con que siquiera la hayas metido en el convento de las Arrepentidas.
-No la metí en ninguna parte. La corrí. Y estoy seguro de que no está con las Arrepentidas; le gustaban mucho la bulla y el relajo. Debe de andar por esos rumbos, desfajando pantalones.
-No te creemos, Lucas, ni así tantito te creemos. A lo mejor está aquí, encerrada en algún cuarto de esta casa rezando sus oraciones. Tú siempre fuiste muy mentiroso y hasta levantafalsos. Acuérdate,Lucas,de las pobres hijas de Hermelindo, que hasta se tuvieron que ir para El Grullo porque la gente les chiflaba la canción de Las güilotas cada vez que se asomaban a la calle, y sólo porque tú inventaste chismes. No se te puede creer nada a ti, Lucas Lucatero.
-Entonces sale sobrando que yo vaya a Amula.
-Te confiesas primero y todo queda arreglado.
¿Desde cuándo no te confiesas?
-¡Uh!, desde hace como quince años. Desde que me iban a fusilar los cristeros. Me pusieron una carabina en la espalda y me hincaron delante del cura y dije allí hasta lo que no había hecho. Entonces meconfesé hasta por adelantado.
-Si no estuviera de por medio que eres el yerno del Santo Niño, no te vendríamos a buscar, contimás te pediriamos nada. Siempre has sido muy diablo, Lucas Lucatero.
-Por algo fui ayudante de Anacleto Morones.Él sí que era el vivo demonio.
-No blasfemes.
-Es que ustedes no lo conocieron.
-Lo conocimos como santo.
-Pero no como santero.
-¿Qué cosas dices, Lucas?
-Eso ustedes no lo saben; pero él antes vendía santos. En las ferias. En la puerta de las iglesias. Y yo le cargaba el tambache.
"Por allí íbamos los dos, uno detrás de otro, de pueblo en pueblo. El por delante y yo cargándole el tambache con las novenas de San Pantaleón, de San Ambrosio y de San Pascual, que pesaban cuandomenos tres arrobas.
"Un día encontramos a unos peregrinos. Anacleto estaba arrodillado encima de un hormiguero, enseñándome cómo mordiéndose la lengua no pican las hormigas. Entonces pasaron los peregrinos. Lo vieron. Se pararon a ver la curiosidad aquella. Preguntaron: ¿Cómo puedes estar encima del hormiguero sin que te piquen las hormigas?
"Entonces él puso los brazos en cruz y comenzó a decir que acababa de llegar de Roma, de donde traía un mensaje y era portador de una astilla de la Santa Cruz donde Cristo fue crucificado.
"Ellos lo levantaron de allí en sus brazos. Lo llevaron en andas hasta Amula. Y allí fue el acabóse; la gente se postraba frente a él y le pedía milagros.
"Ese fue el comienzo. Y yo nomás me vivía con la boca abierta, mirándolo engatusar al montón de peregrinos que iban a verlo."
-Eres puro hablador y de sobra hasta blasfemo.
¿Quién eras tú antes de conocerlo? Un arreapuercos. Y él te hizo rico. Te dio lo que tienes. Y ni por eso te acomides a hablar bien de él. Desagradecido.
-Hasta eso, le agradezco que me haya matado el hambre, pero eso no quita que él fuera el vivo diablo. Lo sigue siendo, en cualquier lugar donde esté.
-Está en el cielo. Entre los ángeles. Allí es donde está, más que te pese.
-Yo sabía que estaba en la cárcel.
-Eso fue hace mucho. De allí se fugó. Desapareció sin dejar rastro. Ahora está en el cielo en cuerpo y alma presentes. Y desde allá nos bendice. Muchachas, ¡arrodíllense! Recemos el "Penitentes somos, Señor" para que el Santo Niño interceda por nosotras.
Y aquellas viejas se arrodillaron, besando a cada padrenuestro el escapulario donde estaba bordado el retrato de Anacleto Morones.
Eran las tres de la tarde.
Aproveché ese ratito para meterme en la cocina y comerme unos tacos de frijoles. Cuando salí ya sólo quedaban cinco mujeres.
-¿Qué se hicieron las otras? -les pregunté. Y la Pancha, moviendo los cuatro pelos que tenía en sus bigotes, me dijo:
-Se fueron. No quieren tener tratos contigo.
-Mejor. Entre menos burros más olotes.
¿Quieren más agua de arrayán?
Una de ellas, la Filomena que se había estado callada todo el rato y que por mal nombre le decían la Muerta, se culimpinó encima de una de mis macetas y, metiéndose el dedo en la boca, echó fuera toda el agua de arrayán que se había tragado, revuelta con pedazos de chicharrón y granos de huamúchiles.
-Yo no quiero ni tu agua de arrayán, blasfemo.,Nada quiero de ti.
Y puso sobre la silla el huevo que yo le había regalado: -¡Ni tus huevos quiero! Mejor me voy.
Ahora sólo quedaban cuatro.
-A mí también me dan ganas de vomitarme dijo la Pancha. Pero me las aguanto. Te tenemos que llevar a Amula a como dé lugar.
"Eres el único que puede dar fe de la santidad del Santo Niño. El te ha de ablandar el alma. Ya hemos puesto su imagen en la iglesia y no sería justo echarlo a la calle por tu culpa."
-Busquen a otro. Yo no quiero tener vela en este entierro.
-Tú fuiste casi su hijo. Heredaste el fruto de su santidad. En ti puso él sus ojos para perpetuarse.
Te dio a su hija.
-Sí, pero me la dio ya perpetuada.
-Válgame Dios, qué cosas dices, Lucas Lucatero
-Así fue, me la dio cargada como de cuatro meses cuando menos.
Pero olía a santidad.
Olía a pura pestilencia. Le dio por enseñarles la barriga a cuantos se le paraban enfrente, sólo para que vieran que era de carne. Les enseñaba su panza crecida, amoratada por la hinchazón del hijo que llevaba dentro. Y ellos se reían. Les hacía gracia. Era una sinvergüenza. Eso era la hija de Anacleto Morones.
-Impío. No está en ti decir esas cosas. Te vamos a regalar un escapulario para que eches fuera al demonio.
-... Se fue con uno de ellos. Que dizque la quería. Sólo le dijo: "Yo me arriesgo a ser el padre de tu hijo".Y se fue con él.
-Era fruto del Santo Niño. Una niña. Y tú la conseguiste regalada. Tú fuiste el dueño de esa riqueza nacida de la santidad.
-¡Monsergas!
-¿Qué dices?
-Adentro de la hija de Anacleto Morones estaba el hijo de Anacleto Morones.
-Eso tú lo inventaste para achacarle cosas malas. Siempre has sido un invencionista.
-¿Sí? Y qué me dicen de las demás. Dejó sin virgenes esta parte del mundo, valido de que siempre estaba pidiendo que le velara sueño una doncella.
-Eso lo hacía por pureza. Por no ensuciarse con el pecado. Quería rodearse de inocencia para no manchar su alma.
-Eso creen ustedes porque no las llamó.
-A mi sí me llamó -dijo una a la que le decían Melquiades-. Yo le velé su sueño.
¿Y qué pasó?
-Nada. Sólo sus milagrosas manos me arroparon en esa hora en que se siente la llegada del frío. Y le di gracias por el calor de su cuerpo; pero nada más.
-Es que estabas vieja. A él le gustaban tiernas; que se les quebraran los guesitos; oír que tronaran como si fueran cáscaras de cacahuate.
-Eres un maldito ateo, Lucas Lucatero. Uno de los peores.
Ahora estaba hablando la Huérfana, la del eterno llorido. La vieja más vieja de todas. Tenía lagrimas en los ojos y le temblaban las manos:
-Yo soy huérfana y él me alivió de mi orfandad, volví a encontrar a mi padre y a mi madre en él. Se pasó la noche acariciándome para que se me bajara mi pena.
Y le escurrían las lágrimas.
-No tienes, pues, por qué llorar -le dije.
-Es que se han muerto mis padres. Y me han dejado sola. Huérfana a esta edad en que es tan dificil encontrar apoyo. La única noche feliz la pasé con el Niño Anacleto, entre sus consoladores brazos.Y ahora tú hablas mal de él.
-Era un santo.
-Un bueno de bondad.
-Esperábamos que tú siguieras su obra. Lo heredaste todo.
-Me heredó un costal de vicios de los mil judas.
Una vieja loca. No tan vieja como ustedes; pero bien loca. Lo bueno es que se fue. Yo mismo le abrí la puerta.
­¡Hereje! Inventas puras herejías.
Ya para entonces quedaban solamente dos viejas. Las otras se habían ido yendo una tras otra, poniéndome la cruz y reculando y con la promesa de volver con los exorcismos.
-No me has de negar que el Niño Anacleto era milagroso -dijo la hija de Anastasio -. Eso sí que no me lo has de negar.
-Hacer hijos no es ningún milagro. Ese era su fuerte.
-A mi marido lo curó de la sífilis.
-No sabía que tenías marido. ¿No eres la hija de Anastasio el peluquero? La hija de Tacho es soltera, según yo sé.
-Soy soltera, pero tengo marido. Una cosa es ser señorita y otra cosa es ser soltera. Tú lo sabes. Y yo no soy senorita, pero soy soltera.
-A tus años haciendo eso, Micaela.
-Tuve que hacerlo. Qué me ganaba con vivir de senorita. Soy mujer. Y una nace para dar lo que le dan a una.
-Hablas con las mismas palabras de Anacleto Morones.
-Sí, él me aconsejó que lo hiciera, para que se me quitara lo hepático. Y me junté‚ con alguien. Eso de tener cincuenta anos y ser nueva es un pecado.
-Te lo dijo Anacleto Morones.
-El me lo dijo, sí. Pero hemos venido a otra cosa; a que vayas con nosotras y certifiques que él fue un santo.
-¿Y por qué no yo?
-Tú no has hecho ningún milagro. El curó a mi marido. A mí me consta. ¿Acaso tú has curado a alguien de la sífilis?
-No, ni la conozco.
-Es algo así como la gangrena. El se puso amoratado y con el cuerpo lleno de sabañones. Ya no dormía. Decía que todo lo veía colorado como si estuviera asomándose a la puerta del infierno. Y luego sentía ardores que lo hacían brincar de dolor. Entonces fuimos a ver al Niño Anacleto y él lo curó. Lo quemó con un carrizo ardiendo y le untó de su saliva en las heridas y, sácatelas, se le acabaron sus males. Dime si eso no fue un milagro.
-Ha de haber tenido sarampión. A mí también me lo curaron con saliva cuando era chiquito.
-Lo que yo decía antes. Eres un condenado ateo.
-Me queda el consuelo de que Anacleto Morones era peor que yo.
-El te trató como si fueras su hijo. Y todavía te atreves... Mejor no quiero seguir oyéndote. Me voy. ¿Tú te quedas, Pancha?
-Me quedaré otro rato. Haré la última lucha yo sola.
-Oye, Francisca, ora que se fueron todas, te vas a quedar a dormir conmigo, ¿verdad?
-Ni lo mande dios ¿ que pensara la gente? Yo lo que quiero es convencerte.
-Pues vámonos convenciendo los dos. Al cabo qué pierdes. Ya estás revieja, como para que nadie se ocupe de ti, ni te haga el favor.
-Pero luego vienen los dichos de la gente. Luego pensarán mal.
-Qué piensen lo que quieran. Qué más da. De todos modos Pancha te llamas.
-Bueno, me quedaré contigo; pero nomás hasta que amanezca. Y eso si me prometes que llegaremos juntos a Amula, para yo decirles que me pasé la noche ruéguete y ruéguete. Si no, ¿cómo le hago?
-Está bien. Pero antes córtate esos pelos que tienes en los bigotes. Te voy a traer las tijeras.
-Cómo te burlas de mí, Lucas Lucatero. Te pasas la vida mirando mis defectos. Déjame mis bigotes en paz. Así no sospecharán.
-Bueno, como tú quieras.
Cuando oscureció, ella me ayudó a arreglarle la ramada a las gallinas y a juntar otra vez las piedras que yo había desparramado por todo el corral, arrinconándolas en el rincón donde habían estado antes.
Ni se las malició que allí estaba enterrado Anacleto Morones. Ni que se había muerto el mismo día que se fugó de la cárcel y vino aquía reclamarme que le devolviera sus propiedades.'' Llegó diciendo: -Vende todo y dame el dinero porque necesito hacer un viaje al Norte. Te escribiré desde allá y volveremos a hacer negocio los dos juntos.
-¿Por qué no te llevas a tu hija? -le dije yo. Eso es lo único que me sobra de todo lo que tengo y dices que es tuyo. Hasta a mí me enredaste con tus malas mañas.
-Ustedes se irán después, cuando yo les mande avisar mi paradero. Allá arreglaremos cuentas.
-Sería mucho mejor que las arregláramos de una vez. Para quedar de una vez a mano.
-No estoy para estar jugando ahorita -me dijo. Dame lo mío. ¿Cuánto dinero tienes guardado?
-Algo tengo, pero no te lo voy a dar. He pasado las de Caín con la sinverguenza de tu hija. Date por bien pagado con que yo la mantenga.
Le entró el coraje. Pateaba el suelo y le urgía irse...
"¡Que descanses en paz, Anacleto Morones!", dije cuando lo enterré, y a cada vuelta que yo daba al río acarreando piedras para echárselas encima: No te saldras de aquí aunque uses de todas tus tretas."
Y ahora la Pancha me ayudaba a ponerle otra vez el peso de las piedras, sin sospechar que allí debajo estaba Anacleto y que yo hacía aquello por miedo de que se saliera de su sepultura y viniera de nueva cuenta a darme guerra. Con lo mañoso que era, no dudaba que encontrara el modo de revivir y salirse de allí.
-Echale más piedras, Pancha. Amontónalas en este rincón, no me gusta ver pedregoso mi corral. Después ella me dijo, ya de madrugada:
-Eres una calamidad, Lucas Lucatero. No eres nada cariñoso. ¿Sabes quién sí era amoroso con una?
-¿Quién?
-El Niño Anacleto. El sí que sabía hacer el amor.

40 comentarios:

Ximena Rothschuh Aguilar dijo...

La lectura "Anacleto Morones" trata sobre la desaparición del mismo y como unas mujeres lo querían hacer Santo. Lucas Lucatero es el principal culpable de la muerte de Anacleto y el único que tiene la posibilidad de ayudar al grupo de mujeres a hacerlo Santo, lo cual es realmente irónico. Sin duda alguna Lucas Lucatero conocía la verdad sobre TODO el asunto, sobre todas las farsas que Anacleto morones habían hecho. A pesar que Lucas les contó la verdad de lo ocurrido, ellas no le creyeron, definitivamente estaban cegadas por su fe. Estaban convencidas de que todo aquello que sus oídos escuchaban eran puras blasfemias.Me encantó la forma en que Lucas Lucatero manejó la situación; sarcasmo, sinceridad, humor negro y sobre todo con inteligencia. La verdad, debo de ser honesta. La lectura me causó mucha risa. La lectura me cautivó, una vez que estaba leyendo no deje de hacerlo. Sentí la necesidad de continuar con ella. El autor Juan Rulfo tiene un sentido del humor impresionante y único.

Anónimo dijo...

La lectura me pareció muy buena...que pensaron, como algunos de ustedes se han "colgado" de mis comentarios esta vez se lo enviaré al correo del profesor.
Profesor, cheque su bandeja de entrada de su correo de hotmail, ahí encontrará mi comentario.

Silver Industries dijo...

Bueno a mi me gusto mucho, yo ya lo habia leido en la clase de Lengua Espñola, lo que mas me gusto fue que el odiaba a esas monjitas, pero lo que el enverda ocultaba es que el habia matada a Anancleto Morones, lo tenia enterrado abajo de unas rocas, hasta ya cuando la ultima monjita se hiba a ir Lucas le pidio que le ayudara a acomodar las piedras.
Pero nunca supieron donde habia quedado Anancleto.

cristel dijo...

Cuando quiero correr a alguien de mi casa llamaré a Lucas Lucatero, el si que sabe cómo correr a la gente, fue una lectura interesante,pienso que Lucas tal vez le tenía celos a Anacleto, porque nada le quitaba el hacerlo Santo, tal vez prefería que lo hicieran Santo a el, fue formidable la manera en que fue sacando a las señoras viejas de su casa, ya no se supo si optó por ir a decir que hicieran Santo a Anacleto, pero yo creo que no fue, capaz mató a la señora esa que quedó al último, como había matado a Anacleto para quedarse con todo el dinero.
El decía que Anacleto era un mañoso, pero el también lo era, por la manera en que fue corriendo a las señoras, sacándoles sus "trapitos al sol", diciéndoles lo que no querían oí, etc.

Anónimo dijo...

MArio Andres Lopez PErez
Profe hay pocas lecturas que no me gustan y esta es una de ellas,no se se me hizo muy larga, no me intereso mucho el personaje de Lucas, no digo que este mal es solo que no me gusto.

Anónimo dijo...

Yo no pense nada...quien te crees ay si se cuelgan de mmis comentarios....

juanpablo gtz dijo...

la lectura en general me agrado,mas el personaje de Lucas Lucatero por que siempre se desviaba del punto de la platica, y es el culpable de la muerte de Anacleto,pero nadie se dio cuenta.

Anónimo dijo...

octavio grajales alvarez 01170393

yo creo que lalectura espssunpocoaburrida,esmasllega unpunto en el queme enrwedoy yano se donde sequedoelcuento,perolegre entenderlo de anacleto moronesy que lo querian hacersanto perolomato lucas lucatero algo asi.

Lievano H dijo...

Limber Liévano

La lectura Anacleto Morenos, habla de la desaparición si mismo y nos narra como unas mujeres lo querían hacer santo. La lectura es una gran conspiración, nos habla de la muerte de Anacleto Morones,¿quién lo mata?, es una lectura muy interesante.

Maximus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Octavio Efraín Cancino Coutiño
A01170379

Me pareció una historia bastante interesante ya que se trata de un hombre que se quiere librar de una molesta petición y compañia de unasseñoras,ya entradas en años, me divirtió mucho.

Maximus dijo...

Maximiliano Ruiz Beltrán - A01170383

La lectura no habla mucho de lo que son las creencias falsas de la gente y como endiosan a las personas aun cuando estas no lo merezcan. Todos pensaban que el Niño Anacleto era un santo, cuando en realidad no era nada de lo que decian y esto es lo que nos va contando Lucas. Todo empezo cuando el Niño Anacleto les dice que era un enviado de Roma (en realidad no lo era), y desde entonces todo el pueblo lo habia endiosado y tratado como si fuera un santo.

Noe stuvo Aki dijo...

la lectura habla de como unas mujeres llegan a pedirle a lucas lucatero que diga que el niño anacleto era un santo y de como lucas le cuenta la verdad a estas mujeres sobre las aventuras de anacleto por lo cual las mujeres acusan a lucas de ser el culpable de la muerte de anacleto y se van llendo una por una del lugar dond vivia lucas

carlos dijo...

Es una historia muy divertida y entretenida, que me da a entender que siempre a habido estafadores en la religion engañondo a la gente ingenua.

Josue dijo...

ps . . .esta lectura aparte de estar algo larga y despierta sentimientos de culpa, alegria diversion y muestra el lado en que la religion y la iglesia estafan a las personas

Anthony dijo...

Esta historia esta bonita tiene un poco de humor que te entretiene y te insita a seguir con la lectura.
y puedes ver que hay historias en que la fe es tan grande que llega acegar a algunas personas y a cometer grandes errores.

Anónimo dijo...

es una historia mexicana, escrita por Juan Rulfo, usa palabras despectivas muy propias del lenguaje mexicano, es una historia entretenida y muy irónica con respecto a la actitud del personaje principal en contra de las mujeres que estaban a favor de Anacleto Morones.

toño dijo...

la historia es algo larga y me dio un poco de flojera, pero se puso interesante cuando al morir anacleto, unas mujeres lo quieren hacer santo, y estan cejadas por su fe en el, que no creen todo lo que les dice lucas, lucas sabe la verded sobre el asunto.

Anónimo dijo...

La historia esta medio interesante pero se me hizo muy larga, el final me gusto y espero que para la proxima ponga lecturas mas cortas por favor.
Rosario Hoppenstedt
1170240

Anónimo dijo...

pues la historia esta interesante porque a mi en lo personla me agradan mucho los cuentos de Juan Rulfo y también los poemas, la historia es ironica pero esta bonita aunque la verdad demasiado larga... pero valio la pena.. ponga mas cortas profe =) biiee atte Mónica Trujillo Salazar 1170329

Anónimo dijo...

me gusto la historia me parecio buena e interesante espero segui leyendo cuentos asi pero mas cortos, me gusto mucho el final, y los nombres y lugares me dieron mucha risa.
atentamente angel antonio gonzales

Anónimo dijo...

Pues la lectura me parecio divertida, la actitud de lucas(personaje personal) era como que sinica y habladora..
la historia se trata de un grupo de mujeres que llega a ver a lucas para que hicieran santo a el niño anacleto, que segun ellas hacia milagros, pero lo que yo entendi fue que le quito la virginidad a todas y por eso ellas lo querian hacer santo.

La historia me agrado y pues si estuvo algo larga.

Pedro Ricardo dijo...

La lectura me parecio muy interesante, muy entretenida. Al parecer, Anacleto Morones era una person muy respetada y amistosa en su pueblo. Incluso, cuando fue encarcelado y finalmente murió, fue considerado un santo.
Pero Lucas Lucatero lo conocia muy bien, ya que el no era un hombre puro y amistoso. El era un hombre mentiroso y embustero. Hasta fue a pedir dinero a Lucas Lucatero, pero este se reuso, ya que muy bien sabía en que se estaba metiendo. Entonces Anacleto se fue corriendo de su casa. La lectura me parecio singularmente graciosa, me parecio muy divertida, muy al estilo mexicano.

Mar!ana dijo...

Profesor, de verdad esta lectura me dio al principio un poco de flojera leerlo, digo esta mas grande que la de paulina!!!, pero bueno el asunto es que al final como que si me intereso, me hice bolas en los personajes, por que llegue en un momento que no sabia quien era quien.
Pero en fin lucas era un tipo con una actitud demasiado cínica, y en un momento llegab a ser odioso pero sus razones tenía, había matado a Anacleto, o eso creo, y todas los demás creian que Anacleto era un santo, pero Lucas sabía que no era así, el conocía la verdad sobre este personaje.

-->oscar<-- dijo...

la historia se me hizo muy larga pero me gusto que tocó el tema de como a veces la religión te engaña para que ellos tengan más adeptos.
Es una historia hirónica y se nota que esta escrita por un mexicano.

Anónimo dijo...

La lectura se trata de Lucas Lucatero quien es el personaje principal. Cuando llegan a visitarlo las señoras el trata de hacer lo posible para que se fueran de su casa, por que sabía que le iban a preguntar por la muerte de Anacleto. Esta parte de la historia se acerca a la realidad porque hay veces que la presencia de alguien por much0 tiempo no es grata.

Anónimo dijo...

yulia flores
la lectura me parecio muy rara. Pues la pobres monjes creían algo que no era, siempre habían sido engañadas por Anacleto Morales. Creían que este era un santo , el único que conocía la verdad era Lucas lutero y el difunto Anacleto Morales.
Anacleto Morales siempre había hecho todo para su beneficio y había hecho negocios con Lucas Lutero. Anacleto Morales les había hecho creer a todo mundo que era un santo cuando no lo era.

Anónimo dijo...

Oie.. mijo .. estas mui equivocado, en tu manera de pensar. si estamos en lectura quiere decir que nos gusta leer. y no hay necesidad que nos "colguemos" de tus "super comentarios"... keep that in mind :P DOwn

Anónimo dijo...

Juan Palacios Castañón A01170280

Profe la lectura me gustó, pero no tanto como esperaba, no es de que me haya aburrido, pero no me entretuvo tanto, no me gustan las lecturas tan largas y mas si no encuentro la química entre la lectura. Pero considero que este autor expresó muy bien; en ralación con lo de Lucatero, que mató a Anacleto, y que no quería que la gente se diera cuenta.

Emilio dijo...

Esta lectura me parecio muy buena e interesante, pero a la vez un poco aburrida, ya que esta demasiado larga y complicada. Los monjes creian cosas que no eran ciertas, ya que eran engañados por Anacleto. Bueno para conlcuir le repito que la lectura es un poco larga...espero que ponga lecturas mas cortas.

Mau dijo...

la lectura trata sobre un tipo que desaparece y despues unas mujeres lo encuentran y quieren conbertirlo en santo, y lo demas no lo lei, de echo solo lei un poco y despues me guie del comentario del de alado.

gina dijo...

profesor me gustó mucho la lectura porque apesar de que esta muy larga no se me hizo aburrida,esta muy bien relatada y especifica muchas cosas, y la vez esta algo chistosa, me gustó la parte donde llegan todas hablar con Lucas y se dan cuneta que el que ellas creian que era un santo era un estafador.

**...dani danÖsa...** dijo...

Profe esta vez, se excedió okai? asi o mas larga la lectura jajaja..!
en fin a lectura de "Anacleto Morones" habla acerca dela desaparición del personaje y como unas mujeres lo querían hacer Santo. Lucas Lucatero es el principal culpable de la muerte de Anacleto y el único que tiene la posibilidad de ayudar al grupo de mujeres a hacerlo Santo daaa..! un poco raro, aunque Lucas sabía todas las mentiras de Anacleto jajaja..! su nombre estaba ayudando a las mujeres para lograrlo hacer santo.
TERMINE..!:D

paco dijo...

la lectura me parecio muy interesante, porque habla acerca de las mujeres que kieren ser santos, y pensaban que todo era una bloasfemia

paco dijo...

la lectura me parecio muy interesante, porque habla acerca de las mujeres que kieren ser santos, y pensaban que todo era una bloasfemia

Anónimo dijo...

La historia trata de que un hombre que vivia solo en un rancho, recibio la visita de tres señoras que le llegaban a pedir de favor que fuera el testigo de un señor que iban a santificar por los milagros que habia hecho pero este testigo necesitaba ser una persona que hubiera convivido directamente con el señor y que hubiera pasado mucho tiempo con este.
Pero este señor habia matado al que iban a santificar asi que las piedras que este había lanzado y pateado son las que habia puesto sobre el cadaver del otro.

Guillermo Alfredo Coutiño Zenteno

oscar antonio dijo...

Profe esta ves si se paso, es una lectura muy larga, pero apesar de eso esta divertida, ya cuenta la desaparicion de Anacleto Morones, y como un monton de señoras viejas lo quieren volver santo, van a pedir ayuda a Lucas Lucatero, este ultimo era el asesino de Anacleto y pensaba que las señoras estaban ahi para sacarle la verdad, cuando lo unico que querian era que los apoyara para que lo volvieran un santo.

Luis dijo...

La historia en si es una gran ironia porque el causante de la muerte de anacleto morones es el unico que puede convertirlo en Santo con ayuda de unas señoras, aunque por algo lo a de haber matado, pues Lucas sabia toda la verdad.

Anónimo dijo...

Roberto Martínez Pinto
La historia esta muy extensa, y me parecio algo aburrida, pero parece que el autor si sabe escribir, sin inhibiciones y demas.
Solo un amante de la lectura legustaria leer esto.

Laura Ruiz dijo...

La verdad no me gusto la historia.. estuvo larga y aburrida pero por lo poco que entendi, el personaje de Anacleto Morones fue asesinado por Lucas, cporque no quería que se hiciera santo.